Suzuki GSX 750 F, o lo que es lo mismo, un sueño cumplido. La moto que aparece encima de estas líneas fue la que cumplió mis sueños desde pequeño de tener una moto potente. 22 años tenía yo. La compré de segunda mano por 450.000 pesetas. La verdad es que no recuerdo cuántos años tenía la moto. Ha pasado mucho tiempo ya, estamos hablando de 1996.
Lo que sí recuerdo como si fuese hoy son los 106 cv que tenía aquella bestia y el sonido celestial que emitía el escape Laser a altas revoluciones. Tengo grabado a fuego el día que la probé antes de comprarla, aquello era otro mundo, otra galaxia. Yo que sólo había conducido ciclomotores, puedes imaginarte el cambio que experimenté.
Más de un amigo o conocido me dijeron que estaba loco, que adónde iba con una moto tan grande y potente, que iba a matarme cualquier día, y a no mucho tardar. Yo, que en realidad les comprendía, les miraba con una sonrisa de suficiencia y les aseguraba que no era para tanto. Pero claro, pasar de una Derbi Variant que me acompañó hasta ese señalado día, pasando por una Derbi Antorcha de 3 marchas, y de repente tener tal misil, se hace evidente aquellos comentarios.
Pero el secreto está en la cabeza, en lo amueblada que la tengas. Yo desde siempre he tenido mucho respeto a los vehículos, sean de dos o cuatro ruedas. Primero hay que conocer la máquina que tienes entre manos, hay que conocerla a fondo. Sus limitaciones. Después tienes que conocerte a ti mismo, con nuestras limitaciones. Cuando sabes a ciencia cierta hasta qué limites puede llegar tanto la máquina como la uno mismo, entonces puedes apretar el acelerador con desenvoltura. Hasta entonces, hay que rodar con cuidado.
Aunque, todo sea dicho, siempre hay que circular con cuidado. Pero en las circunstancias antes comentadas, más todavía. Y recuerda, siempre que te subas a la moto, ponte el casco, aunque sólo sea para ir a comprar el pan. Es tu seguro de vida. Y por supuesto, por carreteras hay que acompañarlo con ropa de protección adecuada.
El día que la compré era el hombre más feliz y afortunado del mundo, por fin tenía entre mis manos una moto potente, muy potente, una máquina perfecta. Lo que más me sorprendió fue lo pesada que se sentía, me costaba tomar las curvas con soltura. Evidentemente comparadas con las motos actuales, aquella Suzuki era una mole pesada y torpe. He tenido varias motos desde entonces, y hoy son ligeras y muy ágiles.

Tardé varios días en acostumbrarme a su exceso de peso, pero una vez solventado, comencé a disfrutar como un enano. La adrenalina con las aceleraciones fuertes era brutal, aquello empujaba como si no hubiese un mañana. Acostumbrado a un ciclomotor, era como si estuviera subido en misil tierra-aire. No me dejaba de asombrar la capacidad de acelerar de forma endiablada, era como una droga que me tenía totalmente dominado. Enlazar curvas en tumbadas fuertes, una diversión difícil de igualar. Las primeras semanas fueron febriles, todavía se me ponen los pelos de punta al recordar esas maravillosas experiencias por primera vez.
Disfruté muchísimo con la Susi, fueron tiempos felices y apasionantes, y es que no hay nada mejor, ni que se compare, a un sueño hecho realidad.
Deja una respuesta