Mi pasión por el motor la he tenido desde muy pequeño, y sigo viviéndola con mucha intensidad.
Los inicios fueron duros, muy duros. Con catorce años ya me desvivía por poder conducir un coche. Pero la cruda realidad me abofeteaba, y es que me quedaban cuatro largos y penosos años para que eso sucediera.
Evidentemente soñaba despierto con tener un coche muy potente, en especial con pilotar un Ferrari rojo. El rojo siempre ha sido mi color favorito, y en este preciso momento me estoy preguntando si no será por mi pasión por el Ferrari. La verdad es que no me extrañaría que así fuese.
Para aliviar mis deseos por conducir un coche, me pasaba horas sentado al volante del Seat 127 que tenía mi padre (imagínate lo viejo que soy). Imaginaba con total precisión las carreteras y calles que conocía, y jugaba que conducía de verdad, acelerando, frenando, cambiando de marcha…
Horas y horas jugando sentado al volante, para aplacar mis ansias. Sinceramente me lo pasaba en grande, y gracias a estos juegos de imaginación, cuando cogí por primera vez el coche de la autoescuela (mi padre no me dejó coger su coche hasta que me sacara el carné) era como si ya hubiera conducido antes. Tenía una desenvoltura impropia para ser la primera vez que conducía un coche, y sólo necesité seis clases prácticas para examinarme.
A pesar de ser el coche de la autoescuela y estar muy nervioso, fue una experiencia maravillosa. Por fin estaba conduciendo un coche, por fin acababan todos esos años de larga espera. Pero lo mejor vino después, cuando ya tuve el carné en mi mano. Mi padre tenía un Seat Málaga 1.2, de 63 cv. Ahora me rio de la poca potencia que tenía aquel coche, pero en ese momento me parecía un misil.

Fue una época espléndida, el primer año casi no me bajaba del coche, vueltas y vueltas con él, disfrutando enormemente. Y a velocidades ilegales, es lo que tiene la juventud. Iba a todo gas por todos lados, la adrenalina me empujaba a pisar el acelerador a fondo. En aquellos años apenas existían los radares, y no tenía problemas en ese sentido. Por suerte, tampoco he tenido nunca accidente con el coche, aunque desde hace ya muchos años me lo tomo con más tranquilidad.
Siempre tendré en mi corazón ese Seat Málaga gris plata con el que pude cumplir mi sueño de conducir un coche. He tenido varios desde entonces, evidentemente mejores, y es que los coches han ido mejorando mucho con los años. Actualmente tengo un Porsche Macan, un coche que roza la perfección. Es un auténtico placer conducirlo, y me deleito en la suerte que tengo de poder tener un coche así.
Pero todavía tengo que cumplir mi otro sueño: tener un Ferrari. Todo llega en esta vida si realmente lo deseas, así que sólo tendré que esperar más tiempo. No tengo ninguna duda de que esa posibilidad se presentará ante mí, y con los brazos abiertos la recibiré. Ya falta un día menos para que se cumpla.
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